La noche fría y ventosa del jueves 6 de febrero, el patio de nuestro centro estuvo lleno de personas ansiosas por escuchar al reconocido filósofo, sociólogo y ensayista español César Rendueles. Su conferencia “El odio a la igualdad” fue la charla inaugural para el seminario “Tribus del odio” curado por nuestro director Ricardo Ramón Jarne y el Dr. Alexander Jiménez, quien es profesor catedrático en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. El seminario estará activo todo el 2025 con distintas conferencias y actividades.
Rendueles es un investigador, profesor y escritor que actualmente trabaja como científico titular en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en España. Es doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y también es profesor de sociología en esa misma universidad y la Universidad Carlos III.
Ha publicado los libros “Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital”, “Capitalismo canalla”, “En bruto. Una reivindicación del materialismo histórico”, “Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista” y “Comuntopía. Comunes, postcapitalismo y transición ecosocial”.
La noche de su conferencia empezó con unas breves palabras introductorias por la Embajadora de España Eva Martínez.
“Estamos empezando hoy un ciclo sobre un tema que nos preocupa. Se refiere a este momento histórico en el que estamos viviendo”, dijo Martínez. “Hay momentos de optimismo en la historia reciente de nuestros países, del mundo en general y hay momentos de incertidumbre. Yo diría que incluso de temor. Creo que este es el momento en el que vivimos”.
Luego, el Dr. Jiménez introdujo a Rendueles. El filósofo dijo que era un orgullo inaugurar el ciclo acerca las sombras oscuras que nos acechan. Comenzó hablando de los afectos negativos relacionados con el rencor, resentimiento y odio que marcan la política internacional de las últimas semanas, meses y años.
El afecto negativo que Rendueles escogió como enfoque para su conferencia es el odio a la igualdad. Un sentimiento que ha tenido un crecimiento en todo el mundo en las últimas décadas, especialmente desde la crisis económica del 2008 y después de la crisis del Covid-19.
“Es normal que la preocupación por la desigualdad haya crecido porque la desigualdad global ha alcanzado niveles estratosféricos”, dijo Rendueles a la audiencia. “Hoy, así con cifras de trazo grueso, las 60 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza personal como la mitad más pobre de los habitantes del planeta. Ese es un problema enorme.”
Es un problema enorme porque la desigualdad, de acuerdo a los descubrimientos de las ciencias sociales, tiene efectos físico y sociales brutales. Si a las personas más pobres los separa una gran distancia de lo más ricos, en esa sociedad habrá graves dificultades y el conjunto de la población va a vivir peor, le explicó Rendueles a la audiencia. En las sociedades que hay mayores diferencias de ingresos, habrá peor salud, menor esperanza de vida, mayores índices de mortalidad infantil, enfermedad mental, obesidad y consumo de drogas ilegales.
También, Rendueles dijo, que en las sociedades más desiguales hay más violencia, más personas en prisiones, más bullying, más fracaso escolar, menos movilidad social y los más ricos tienen menos esperanza de vida que en los países más igualitarios. De esto último, dijo no saber exactamente por qué pasa.
“Un poco como si la desigualdad se nos metiera en los huesos y nos hiciera llevar vidas degradadas. Vidas peores a todos y a todas. A los más pobres y también a los más ricos. La buena noticia es que el incremento de la desigualdad no es inevitable”, dijo Rendueles.
Un viaje por la historia de la desigualdad
Para entender que la idea de que la desigualdad no es inevitable hay que comprender la historia. Según Rendueles, después de la Segunda Guerra Mundial, en occidente hubo una reducción de las desigualdades sin precedentes en la historia del capitalismo. Era un tiempo donde limitar las desigualdades más extremas era algo muy consensual y generalizado. Una idea igualitarista que tanto las personas de izquierda como las persona de derecha defendían.
Luego, Rendueles mencionó que durante los tiempos del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, dicho político entendió que la guerra contra la desigualdad era una guerra por la democracia. Era una guerra económica y política.
“Lo que está en juego en esa guerra no es la acumulación de riqueza solamente, sino la concentración de poder”, dijo Rendueles en referencia a los millonarios del mundo.
Estos millonarios buscan con su riqueza disparatada más poder sobre nuestras vidas y para ejemplificar dicho argumento, Rendueles mencionó la ceremonia de investidura del presidente estadounidense Donald Trump. Una ceremonia en la que algunas de las personas más ricas del mundo ocuparon un lugar de privilegio por delante del equipo de gobierno de Trump.
“Eso es una plutocracia. Estamos viendo el momento final muy grotesco, muy bizarro. De un proceso de legitimación de las desigualdades, de odio a la igualdad, que se inició hace medio siglo”, dijo Rendueles.
Es un momento grotesco y bizarro actual, pero también uno donde se tiene que entender el elitismo como un concepto igual de antiguo que la democracia. Según Rendueles, la democracia está vinculada profundamente a la igualdad y los enemigos de la democracia desde hace milenios se dieron cuenta cómo atacarla. Entendieron que para atacar a ese sistema polítco y social y esa forma de vida tenían que ridiculizar la igualdad.
Para los elitistas tradicionales, el igualitarismo democrático surgió del rencor, la envidia de los talentos y el desprecio por la diversidad que “tenemos el populacho frente a los excelentes”. Rendueles dijo que los plutócratas – personas adineradas que ejercen su influencia en el gobierno del Estado – que rodean a Elon Musk piensan de esta manera.
“Ese elitismo descarnado, ese odio descarnado de democracia y ese elitismo tradicional, salvo en contextos tan degradados como es la sociedad estadounidense, es muy difícil de mantener”, dijo Rendueles. “Es muy difícil de mantener en sociedades que se consideran a sí mismas liberales y democráticas”.
Del igualitarismo a la meritocracia
A pesar de esa resistencia y odio a la igualdad, Rendueles mencionó que el aumento de la desigualdad en los últimos 40 años no ha conseguido que los ideales igualitaristas desaparezcan completamente. Sin embargo, el igualitarismo se deformó y se convirtió en una forma muy peculiar del elitismo. Una igualdad de oportunidades meritocrática. El igualitarismo se convirtió en la meritocracia.
Según Rendueles, la igualdad que nos han enseñado como aceptable es una especie de control “antidoping social”. Una igualdad buena donde se eliminan los bebés millonarios y que vigila que nadie haga trampa en la competencia colectiva.
“Desde ese punto de vista lo realmente importante de la igualdad es que considera que cada cual obtenga las recompensas que merece, según sus capacidades”, dijo Rendueles. “Según sus talentos. Según sus logros”.
Eso es una mentira porque la sociedad no recompensa realmente el mérito. Para entender eso, Rendueles explicó que el igualitarismo democrático no se pensó como un proyecto dirigido a dar a cada persona lo que se merece. Era dar a cada persona lo que necesita para que pueda desarrollar sus mejores talentos y capacidades. Para que pueda desarrollar un proyecto de vida digno.
Es un ideal donde todos los estilos personales tienen la misma dignidad.
“El de un hombre y el de una persona discapacitada. El de un aficionado al fútbol que antes hablaba un partido de fútbol y el de un poeta”, dijo Rendueles. “El de una ingeniera y el de un padre. Puede haber unos desarrollos personales más útiles socialmente que otros. No hay desarrollos personales más dignos que otros en democracia”.
Esa idea genera cierto vértigo porque muestra que el odio a la igualdad está profundamente sentado en nuestra cultura. Esta es la crítica que Rendueles planteó sobre la meritocracia. Una crítica que tiene que ver con tres diferentes versiones de la igualdad democrática. Primero, una versión que considera que la igualdad consiste en eliminar leyes que discriminan arbitrariamente.
Segundo, una igualdad que dice que no basta con eliminar formalmente esos privilegios legales y legítimos, sino que también hay que eliminar las ventajas sociales inmerecidas. Las ventajas sociales que responden al esfuerzo, el mérito personal y no al azar de haber nacido en una familia con más recursos. Y, tercero, aspirar a crear el criterio del mérito como pilar de esa justificación de la desigualdad.
En esas críticas que Rendueles planteó, también reflexionó que mucha gente desconfía de la igualdad profunda porque piensan que de esa manera se fomenta la irresponsabilidad.
“A mí este tema de la responsabilidad me parece importante. No me parece nada de desgraciarlos”, dijo Rendueles. “Me parece que fomentar la responsabilidad social es un valor muy importante que a menudo la gente más conservadora lo ha sabido defender y explicar de manera mejor que personas más progresistas”.
Esa responsabilidad que Rendueles defendió también va de la mano con el esfuerzo. Un esfuerzo que también es profundamente equivocado porque es absurdo pensar que la gente que solo se esfuerza si obtiene una recompensa a cambio.
“Los adultos nos esforzamos cuando vemos que hacemos un trabajo con sentido y contribuye al bienestar de nuestra comunidad”, dijo Rendueles. “Muchas veces el esfuerzo tiene que ver con eso. Con la responsabilidad compartida. Con la reciprocidad. No con la expectativa de tener más que los demás”.
Con ese incentivo del esfuerzo como sinónimo de contribución positiva a la sociedad, Rendueles reflexionó con la audiencia sobre el momento que estamos viviendo dominado por afectos tristes. Un momento lleno de sensaciones de rencor, odio y soledad, como dijo al principio. Cree profundamente que el motor del odio y el miedo a la igualdad muchas veces es vernos aislados. Tomó como ejemplo las catástrofes que crean ese aislamiento, pero luego mencionó que a veces pasa lo contrario.
“La gente se junta, reparte lo que tiene y se ayuda mucho más que antes de la catástrofe. Lo hemos visto muchas veces en distintos lugares”, dijo Rendueles. “Pasan las dos cosas y no hay por qué resignarse al lado malo de la historia”.