Bocetos sobre el paisaje de una dramaturgia post-catástrofe

Bryan Anibal Vindas Villarreal. Ha transitado por los espacios de la dirección escénica, el diseño de luces, la dirección, la dramaturgia, la intervención del espacio público, el diseño, el performance, la fotografía documental, el guion, el foto-arte, la investigación y docencia en artes.

Bocetos sobre el paisaje de una dramaturgia post-catástrofe

Escritos desde la vulnerabilidad del confinamiento

Bryan Anibal Vindas Villarreal

Inició su carrera en el 2009 debutando como actor profesional para el Teatro Universitario. Con diez años de experiencia, ha transitado por los espacios de la dirección escénica, el diseño de luces, la dirección, la dramaturgia, la intervención del espacio público, el diseño, el performance, la fotografía documental, el guion, el foto-arte, la investigación y docencia en artes.

Sinposis: 

Bocetos sobre el paisaje de una dramaturgia post-catástrofe busca encarnar la posibilidad de ser una mirada más que se sume al océano de textos críticos que se han originado en estos tiempos convulsos, y que tiene como punto de partida la vulnerabilidad del/la escritor/a en el escenario de una de las catástrofes más recientes que afronta la humanidad, como lo es la pandemia del COVI-19.
Así mismo, plantea el «yo»», como un gran continente creativo, que puede ser explorado con el objetivo de aproximarse a una estética propia. Finalmente, aborda temas como la vulnerabilidad dentro de un proceso de creación, la aparición de la catástrofe como detonante de realidades ficticias las luchas sociales en el ciberespacio y una visión del paisaje teatral post-catástrofe.

Texto:

“A finales del 2019, se dan los primeros brotes de una de las pandemias más violentas de los últimos años…” Confieso que he escrito y reescrito constantemente el fragmento anterior, con el único objetivo de ser transmutado en la punta de lanza de mi siguiente obra teatral; sin embargo, he desistido, la magnitud del acontecimiento del COVID-19, la sensación de alineamiento social y las consecuencias atroces visibles en la cantidad de infectados, decesos y crisis económicas que se han ido progresivamente detonando en el mundo, han sido suficientes estímulos para renunciar a la escritura teatral (por el momento), porque quizá, en estos tiempos, la mirada del escritor/a no necesita estar en su pieza dramatúrgica, sino en sí mismo/a, porque a pesar del confinamiento, y probablemente desde una sensación desoladora, ella/ él continúa construyendo universos dramatúrgicos.

Inicialmente, este texto pretende renunciar a cualquier tipo de pretensión intelectual, ya que busca encarnar la posibilidad de ser una mirada más que se sume al océano de textos críticos que se han originado en estos tiempos convulsos, y que tiene como punto de partida la vulnerabilidad del/la escritor/a en el escenario de una de las catástrofes más recientes que afronta la humanidad.

 

El Paisaje como una mirada íntima del yo.

Al invocar el concepto de paisaje, se siente una extraña aura de nostalgia, que trasciende el marco rígido de la pintura, para transformarse en un collage de imágenes, sensaciones, olores y textos que, en muchos casos, carecen de fronteras disciplinares. Fernando Baena Baena, plantea una noción similar en su artículo “Límites del paisaje”, generando una discusión sobre la territorialidad que encuadra esta noción y la posibilidad de transgredirla desde las necesidades contemporáneas del arte. En un principio, Baena genera un rastreo del nacimiento de la idea del paisaje hasta la China del siglo V; en donde pintores chinos, influenciados por el budismo, incluían en sus composiciones los primeros vestigios paisajistas, desde ese momento, se evidenció una mutación/adaptación poética, generando una relevancia trascendental en distintos espacios de la historia del arte, hasta llegar al presente, en donde la interdisciplina ha permitido que el paisaje sea “robado” por otros territorios artísticos, en donde sobresalen ejemplos como el paisaje sonoro, el paisaje escenográfico o el paisaje performativo. Estas dinámicas han permitido la inclusión de nuevas tecnologías en donde fenómenos como el glitch, surgen como una necesidad y no una banalidad. Finalmente, este proceso de apropiacionismo conduce a una bifurcación dramatúrgica, consintiendo el atrevimiento de plantear la problemática de la cuarentena sanitaria en forma de pregunta: ¿En tiempos de pandemia, cuál es el paisaje que el/la dramaturgo/a logra ver a través de su ventana?

Licantropía y su reflejo post-catástrofe. Heredia (Costa Rica). 2020

No es extraño que en medio del confinamiento en el que está el mundo, el poder hegemónico quiera vender ideas superficiales de esperanza o mercadear con una filosofía banal sobre instaurar una nueva normalidad más “justa”, la cual termina siendo la misma putrefacción, pero maquillada. Lamentablemente esas dinámicas terminan saturando, corrompiendo y contaminando la vulnerabilidad del ser a través de lo que llamaría George Didi-Huberman, una saturación violenta de imágenes desgastadas y reutilizadas sobre la promesa de una acartonada felicidad. Sin embargo, frente a esta postura despiadada, la naturaleza del arte surge como una oposición, sin ser su responsabilidad (o tal vez sí), pero siempre desde la consciencia de que no es la única respuesta, aunque sí la más honesta, porque ahí es donde radica su valor. Esto ha sido evidenciado a partir de las revoluciones artísticas más singulares, como por ejemplo el surgimiento del movimiento dadaísta iniciado en el Cabaret Voltaire como consecuencia de las migraciones ocasionadas por la Primera Guerra Mundial, y que hasta el momento se mantiene como una de las grandes referencias de la rebelión artística ante el orden mundial. Quizá, el arte, en lugar de ser asumido como simplemente entretenimiento banal, deba ser revolucionario, porque incluso en el encierro y a través de un medio tecnológico, sigue manteniendo un reflejo honesto, permitiendo confrontaciones viscerales y un posicionamiento frente a lo que sucede después de un toque de queda. Un claro ejemplo es la mediación del arte ante las grandes revoluciones sociales que se están dando en el ciberespacio y que resuenan con mucha ferocidad en el plano real.

Reflexionar sobre una dramaturgia que tenga como punto de partida lo que sucede más allá de mi ventana, sin perder la noción de que mi reflejo es parte de ese primer boceto paisajista, no distanciarse del texto, sino, por el contrario, concientizar que mi reflejo es parte fundamental del paisaje en el texto teatral, parece ser el leitmotiv de propuestas teatrales presentes en la auto-ficción, lo autobiográfico y la autorreferencialidad, fenómenos encarnados por grandes figuras del teatro contemporáneo como como Vivi Tellas, Sergio Blanco, Lola Arias y Beatriz Trastoy, quienes no se limitan a la escritura únicamente, sino que teorizan sobre este fenómeno con el objetivo de evidenciar la riqueza de mirar la vulnerabilidad de nuestro reflejo a la hora de escribir, con el objetivo de transmutarlo en parte del universo dramatúrgico de una pieza teatral.

Cuerpo y vulnerabilidad

Una de las mayores problemáticas que persiste a lo largo de la historia es la romántica visión que, en el proceso de escritura, el cerebro trabaja disociado al cuerpo y este último permanece inactivo. A pesar de los esfuerzos, la persistencia sobre estos mitos románticos se mantiene, aún hoy, donde incluso la neurociencia ha comprobado lo erróneo de este planteamiento brindando la posibilidad de ser testigos de la resonancia que se produce entre el cuerpo y la mente cuando acciona la creatividad: fenómeno que se termina denominando como inmersión creativa.

Re-pensar el cuerpo durante un proceso dramatúrgico en cuarentena es ir más allá de lo biológico, incluso, trascender la línea de lo políticamente correcto para explorar el gran continente de lo vivo. Jorge Dubatti, en su artículo “Hacia una cartografía del teatro latinoamericano. Poéticas de dirección en el canon occidental: Ricardo Bartís” propone abordar las corporalidades del/la artista, como grandes continentes, en los cuales influyen singularidades biográficas que en su mayoría están compuestas por factores biológicos y sociales que son determinantes. Esta noción filosófica, desvela una de las grandes problemáticas en los procesos dramatúrgicos y es la negación de mi continente para escribir como lo haría otro, generando la imposibilidad de no encontrar una estética propia.

Walter Benjamin en su libro “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, expone una respuesta ante este tipo de fenómenos, la cual radica en el elemento de la “autenticidad del aquí y el ahora”, como esa ancla creativa que permite acceder a lo vulnerable del autor/a. El aquí y el ahora para Benjamin, no se manifiesta en la forma de un nicho únicamente, sino que termina siendo una elegante (pero violenta) incisión para conectar con lo auténtico, el origen y la singularidad estética, suscribiéndose a la posibilidad de posicionarse y confrontarse en la búsqueda de una meta-imagen que valga la pena ser escrita aquí y ahora.

Licantropía post-catástrofe 2. Heredia (Costa Rica). 2020.

Martina Tosticarelli en su texto “Retóricas de la Vulnerabilidad, rupturas de cuerpo en la escena contemporánea” retoma la propuesta de Benjamin pero la trae a lo contemporáneo proponiendo la acción de despojarse de cualquier mirada prejuiciosa, entendiendo el proceso del hallazgo de la vulnerabilidad como uno de los caminos más auténticos y retadores en la escena teatral contemporánea. Tosticarelli cita la mítica figura de Artaud: al igual que los cuerpos sin órganos de Artaud, la estructura evoluciona estalla hasta convertirlos en cuerpos imagéticos que se generan naturalmente en el momento de la percepción. Cuerpos confiscados, poseídos y perseguidos por sus propias cicatrices, transformados en relicarios de revelaciones sensibles, impulsos y deseos que establecen maneras de interacción con el observador.  Tosticarelli, propone un llamado a escuchar la vulnerabilidad, mapear las cicatrices y profundizar en las imperfecciones sin avergonzarse, entendiendo la “anormalidad” como una extensión de ese cuerpo extraordinario que está lejos de prejuicios, censuras o vergüenza, y que termina potenciando lo poético del mismo, pero sin negar el dolor. La vulnerabilidad es asumida como una acción de rebelión escénica sin caer en el sentimentalismo, sino como un estado sublime de la ritualidad que encarna un cuerpo vivo en escena.

Probablemente, una de las grandes oportunidades que plantea el universo del confinamiento para el/la dramaturgo/a, es la dinámica de la dilatación temporal. La percepción del tiempo ha variado, lo que ha dejado la posibilidad de muchas preguntas y pocas respuestas sobre el futuro inmediato, convirtiendo nuestro espacio cotidiano de confinamiento en un territorio fértil para estímulos dramatúrgicos, con el objetivo de escuchar nuestra voz, admirar nuestro reflejo en la ventana y reconocer nuestra vulnerabilidad, para terminar aceptando la despiadada realidad de las consecuencias irreversibles provocadas por la catástrofe del SARS-COV 2.

Lo incierto de un teatro post-catástrofe

Al transcurrir el tiempo en cuarentena, se han expuesto diversas hipótesis en cuanto al futuro de las artes en el mundo, las cuales abordan una multiplicidad de dinámicas que evidencian cómo cada disciplina artística hace un esfuerzo por adaptarse a una “nueva realidad virtual”, en donde los medios digitales y las nuevas tecnologías son las protagonistas de estos cambios; así lo explica la investigadora, dramaturga y teórica Fernanda del Monte, quien lleva años desarrollando procesos creativos y pedagógicos desde distintas plataformas virtuales. Del Monte expone que, aun sin el convivio teatral, continúa existiendo el fenómeno de lo presencial pero desde un plano distinto, lo que termina potenciando la virtualización de la experimentación teatral.

En medio de la crisis sanitaria del 2020, tesis como la de Fernanda del Monte, han permitido analizar la repercusión y eficiencia de los nuevos medios digitales para la representación de obras teatrales, y la activación del mercado desde el ciberespacio. Uno de los mayores ejemplos está en Argentina, específicamente en el grupo teatral Timbre 4, quien compartió la mayoría de sus montajes, utilizando la figura (virtual) de la gorra, con el objetivo de recibir donaciones al finalizar la visualización de sus obras, las cuales fueron previamente grabadas. En México, Las Reinas Chulas asaltaron de forma irreverente y sin pedir disculpas las distintas plataformas como Facebook y Zoom, adaptando montajes y reescribiendo otros en función de la nueva virtualidad, generando la estética cabaretera vía streaming. Finalmente, otro de los ejemplos, es el trabajo de Andy Gamboa quien gestionó diversos espacios vía Zoom para poder presentar sus autobiografías, en donde a partir del ensayo y error, y a pesar de las complejidades, logró mostrar un montaje con un alto valor estético y explorando el lenguaje intermedial, resignificando las imágenes que anteriormente habían sido exploradas en la presencialidad de sus monólogos. Es importante aclarar que, la mayoría de estas experimentaciones se realizaron sobre la marcha, desde un enorme esfuerzo, y que con toda seguridad, las conclusiones de estos procesos detonarán investigaciones serias sobre las bifurcaciones entre el ciberespacio y los fenómenos teatrales.

Sin embargo, una de las sensaciones más intensas que irrumpen con violencia al ver este tipo de montajes realizados desde el ciberespacio, ya sea en directo o pregrabados por plataformas como Zoom, YouTube, entre otros; es la insatisfacción. Aun teniendo en el monitor un montaje como “La maldición de la corona” de la Fura dels Baus, y al ser comparado con montajes teatrales convivales, lo virtual se percibe como insuficiente. Esta sensación ha terminado por generalizarse lo que ha provocado que distintas compañías de teatro, principalmente en Europa, estén planteando la posibilidad de explorar espacios no convencionales como parques, plazas, o apartamentos que permitan jugar con las prohibiciones sanitarias, esto con el objetivo de no renunciar a esa convivencia que aun en tiempos pandémicos, sigue manteniéndose como el latido de la teatralidad contemporánea, porque parafraseando a Jorge Dubatti, el teatro necesita del teatro para que el acontecimiento realmente acontezca.

Otro de los investigadores que se posiciona frente a la incertidumbre del futuro del teatro es el académico José Luis García Barrientos, quien plantea lo siguiente: Sin menospreciar la importancia de los cambios que jalonan la historia del teatro, tanto la representación teatral como los textos dramáticos, permanecen sustancialmente idénticos en los últimos dos mil quinientos años. El acercamiento que hace Barrientos posiciona al teatro como un ente vivo que no se resiste, sino que acciona desde una selección natural, para integrar elementos sustanciales a sí mismo, así como rechazar otros que no aportarían nada. Según Barrientos, se podría visualizar la figura del teatro como un cuerpo vivo, que, a través de los años, se expande apropiándose de distintos elementos no solo para sobrevivir, sino para evolucionar desde una necesidad concreta, sin perder la esencia misma. Por lo tanto, es su “testarudez” la que le permite identificar qué desea ser integrado y qué no. Barrientos también problematiza sobre la triada aristotélica de acción, tiempo y espacio, especialmente sobre estas últimas dos, a las que hace referencia en el siguiente fragmento: es la complejidad de cambios que representa el ciberespacio, específicamente para el presente y la presencia: El ciberespacio viene a desestabilizar la correspondencia entre espacio y tiempo, supone el divorcio del presente y la presencia. Entonces, bajo estos parámetros, se podría abordar sobre las complejidades espacio-temporales del ciberespaciales en medio de una cuarentena, incluso mediar desde la neurociencia utilizando un cuadro comparativo; el impacto del convivio teatral en relación con la presencialidad virtual de una puesta en escena y cómo resuena en ambos cuerpos.

Finalmente, en estos tiempos, surgen con fuerza las interrogantes y prácticamente no hay certezas, provocando que la incertidumbre sea constante y aflore el miedo a la extinción, similar a lo ocurrido en Bolivia y el cierre del Ministerio de Cultura al ser percibido como un gasto más; sin embargo, con el caos llega la posibilidad de cambios, así lo han demostrado las incansables luchas sociales, demostrando que aún hoy y a pesar del peligro, las calles continúan siendo asaltadas con el objetivo de materializar las falencias de una sociedad convulsa que agoniza y parece estar en su última etapa de putrefacción, evidencias que valen la pena transmutar en una obra teatral. ¿Seremos testigos de la implosión del mundo? Es optimista pensar que, al salir de nuevo a las calles, veremos la extinción del individualismo, de la exaltación de la violencia anónima en redes sociales, del lucro que hace el capitalismo con la muerte, del clasismo, la xenofobia, la homofobia, el racismo y la pederastia. Sin embargo, puede que suceda todo lo contrario y debemos estar preparados, para lo irreversible de la catástrofe. Parafraseando a Arístides Vargas: “El peligro de no distinguir la frontera entre la ficción teatral y la realidad es que esta última… siempre nos rebasa.”

Bibliografía:

Baena, Fernando. “Límites del paisaje”. Estudios sobre Arte Actual (2015): 1-14. URL: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5184348

Benjamin, Walter. “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”. En Discursos Interrumpidos I, 15-57. Buenos Aires: Taurus, 1989.

 

Dubatti, Jorge. “Hacia una cartografía del teatro latinoamericano. Poéticas de dirección en el canon occidental: Ricardo Bartís”,  Cátedra de Artes Pontificia Universidad Católica de Chile N°7 (2009): 1-23, URL http://catedradeartes.uc.cl/pdf/4360%20-%20catedra07%20JorgeDubatti.pdf

 

Tosticarelli, Martina. Retoricas de la Vulnerabilidad, rupturas de cuerpo en la escena contemporánea. 1° edición. Ciudad de México: Paso de Gato, 2017.

 

García Barrientos, José Luis. El teatro del futuro. (Ciudad de México: Paso de Gato, 2009, 14