Sobre Núria Güell:
Núria Güell es artista y activista política. La línea de trabajo de esta catalana se enfoca en la revisión de los de procesos creativos que desemboquen en acciones concretas que pongan en duda las realidades y posiciones de las instituciones (del arte y del aparato político-social), alterando así las relaciones de poder.
Nuria cuestiona con su obra los límites de la ética y la legalidad a través de estrategias que permiten interpelar al espectador, pasando por la revisión de la posición del artista y cómo desde el proceso artístico/creativo se puede incidir en la normativa de la realidad en la que vivimos.
Llamamos sociedad al conjunto de personas o comunidades que conviven bajo las mismas leyes o normas, y eso quiere decir que las instituciones culturales, para poder facilitar la evaluación crítica de la sociedad, deberían, de alguna forma, permanecer al margen de la misma. Pero resulta que lo que llamamos cultura, a lo que se dedican dichas instituciones, es uno de los medios a través de los cuales el Poder –o sea, el emisor y protector de las normas o leyes bajo las que conviven personas y comunidades– se legitima y perpetúa. Lo que quiere decir que el espacio expositivo, tan arraigado en museos, galerías y centros de arte, es un espacio sustentado por el Poder; la práctica expositiva es una práctica que estableció el Poder. Aquí nos encontramos con una contradicción o conflicto. El Poder hará todo lo posible, y es mucho lo que puede, para que todo lo que sucede a través de esas instituciones no haga otra cosa que afianzarlo, o al menos que no moleste.
Aportación de agentes del orden” es una de las obras de la artista y activista Núria Güell, facilitadora del taller de Arte Político en Casa Caníbal
Esta premisa nos hace cuestionar qué tan político puede ser el arte dentro de la institución. Cambiar los modos de producción y remover la estructura institucional en función de posibilidades otras, podría ser una vía para que un arte politizado des-inmunice lo pretendidamente impoluto. Esquivar o aprovechar todas las protecciones o defensas del Poder para mostrar, en y a través de sus espacios, aquello que no es fácil ver o sentir ni dentro ni fuera de dichos espacios, se presenta como otra posibilidad. En esta ocasión optamos por no pedir permiso, trabajar desde el anonimato y generar interferencias en la esfera pública para que el conflicto y el disenso que forman parte de la vida, fueran los detonantes que favorecieran una evaluación crítica sobre las nociones éticas, estéticas y políticas que sustentan el supuesto pacto social; este también, mucho más impuesto que consensuado.