Imaginar un Detalle
Escenario de un regalo
Tatiana Vargas García, Andrea Cambronero Solano, Marjorie Navarro Villalobos
Tatiana Vargas García: Diseñadora y artista. Estudios en Arte y Comunicación Visual con énfasis en Diseño Gráfico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Ha participado en proyectos con el Museo del Jade y de la Cultura Precolombina, el Museo Nacional y actualmente trabaja en los Museos del Banco Central. Su investigación visual explora la descomposición, lo residual y la mutación como nociones fundamentales de la dimensión colectiva y participativa del arte efímero. Ha participado en exposiciones colectivas en Casa Caníbal, la Alianza Francesa y en la Casa de la Cultura José Figueres Ferrer. Tuvo su primera exposición individual “Intermitencias: Nociones Efímeras” en el 2019 en la Galería Lola Fernández, en la UNA.
Andrea Cambronero Solano: Arte educadora y artista, le interesa el uso de metodologías performativas como eje medular de la educación, tiene experiencia en mediación artística en museos; como artista tuvo su primer exposición individual ¨Indicios del Cuerpo¨ en el 2018, ha participado en exposiciones colectivas en el Museo Calderón Guardia, Casa Caníbal (CCE CR) y TEOR/ética. Trabajó en el proyecto ¨Ruta de Museos¨ en 2019, para vincular a los museos de la GAM junto con la comunidad estudiantil del MEP, CR. Es egresada de la carrera de Enseñanza del Arte y Comunicación Visual de la UNA, y actualmente cursa la maestría de Docencia en Artes y Diseño en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM.
Marjorie Navarro Villalobos: Estudió Arte y Comunicación Visual con énfasis en grabado y diseño gráfico en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente trabaja en el Museo del Jade y de la Cultura Precolombina. Ha realizado estudios independientes sobre teoría del arte y gestión cultural. Ha participado en exposiciones colectivas, en Casa de la Cultura José Figueres Ferrer y Centro Multicultural Botica Solera (Costa Rica) y Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras (CMMAS – México).
Sinopsis:
Imaginar un detalle: escenario de un regalo, es un texto que pretenden generar una analogía entre el acto de obsequiar un regalo (y los sentimientos asociados) en relación con las prácticas artísticas. Para esto esbozamos inquietudes que nos sumergen en una pausa para la reflexión ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando imaginamos la espera? ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando construimos experiencias con otros y para otros? ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando queremos entregar algo a alguien? ¿Qué fragmentos constituyen la entrega de ese algo?
Texto:
Signos, figuras parecen así ser como gérmenes de una razón que se esconde para dar señales de vida, para traer; razones de vida que, más que dar cuenta, como solemos creer que es el único oficio de las razones y aun de la razón toda, y que más que ofrecer asidero a las explicaciones de lo que pasó y de lo que no, llaman a alzar los ojos hacia una razón, la primera, a una razón creadora que en la vida del hombre modestamente —adecuadamente— ha de ser la razón fecundante.
Claros del bosque, María Zambrano
Queremos trazar un relato sobre imaginar en medio de la espera y la empatía. Para esto esbozamos inquietudes que nos sumergen en una pausa para la reflexión. ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando imaginamos la espera? ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando construimos experiencias con otros y para otros? ¿Hacia dónde nos dirigimos cuando queremos entregar algo a alguien? ¿Qué fragmentos constituyen la entrega de ese algo?
Imaginar es un acto revolucionario que sucede mientras miramos, cerramos los ojos, entendemos el silencio y la escucha, abrimos los ojos y miramos nuevamente. Imaginar antecede a la acción de construir y entregar un detalle. Y, ¿qué implica entregar un detalle?
Creemos que entregar un detalle implica el ejercicio de obsequiar o transmitir una cosa o una experiencia —por pequeña que sea— que da sentido a algo, que complementa diversas circunstancias y les da valor simbólico. Sin las muestras de detalles todo existe igual, pero atravesado por la desazón y la indiferencia, sin esa capacidad de asombro que nos atrapa. El detalle es lo que les otorga un sentido revelador a las cosas; responde a necesidades y vacíos más allá de lo estructural o formal, se manifiesta desde el valor del —ser— y el —sentir—. Y, como dice María Zambrano en su texto Los bienaventurados: “Se ha dicho —Ortega— que vivir es anhelar; anhelar, decimos, es el aliento mínimo, signo de vida tan sólo si no se convierte en esperanza, que continuidad en la vida y en la historia. Y la continuidad en las cosas humanas se logra por transmisión. Sólo se vive verdaderamente cuando se transmite algo. Vivir humanamente es transmitir, ofrecer, raíz de la trascendencia y su cumplimiento al par.”
Cuando decidimos dar un obsequio sistematizamos el proceso que anticipa la entrega desde prácticas cotidianas que enriquecen el encuentro. En nuestra preparación queremos —ante todo— ofrecer un objeto-experiencia en un espacio seguro y un momento oportuno; nos adentramos en la disposición de escoger una vivencia que signifique más que una tendencia o una categoría estética. Para esto, pensamos de forma empática en las necesidades que tiene la persona o personas a las que nos dirigiremos. Pensamos en sus gustos, capacidades diversas, pensamientos, ideales o ideologías, en las experiencias que le preceden. Pensamos desde la escucha y los afectos, para así lograr hallar una respuesta de paso fuerte: la transmisión que conmueve y deja rastro.
Para escuchar es preciso sentir. Nuestros sentidos se agudizan al recorrer la búsqueda y la espera. Percibimos estímulos mecánicos, químicos y electromagnéticos que afectan nuestro cuerpo y lo que lo constituye en un sentido biológico, sociocultural y filosófico. Proponemos entonces una serie de acciones, sonidos, movimientos, palabras, aromas, temperaturas, texturas e imágenes que potencian, envuelven, aclaran y capturan. Capturan a modo de metáforas: anhelos, esperanza, ternura, u otras emociones como la ira, la tristeza, el desasosiego, la nostalgia del recuerdo y su reconstrucción.
El momento de entregar el detalle se acerca sigilosamente. Las circunstancias que construimos alrededor del encuentro se fusionan entre sí para abrirle paso al recibimiento. La anticipación de la espera se convierte en una curiosidad desgarradora; pausamos nuestros deseos para accionar el encuentro. Entregamos el obsequio y cedemos las emociones. La persona inicia un viaje de descubrimiento. Toma el objeto. Lo examina. Lo sacude. Tal vez los sonidos delaten sus materiales, tal vez revelen sus componentes. El tamaño da más indicios de lo que podría ser. Esta recolección de pistas es guiada por la experiencia de esa persona que recibe; de lo que ha sentido, de lo que sabe, de lo que es. Cierra los ojos e imagina para sobrellevar una incertidumbre particular, la de tener en sus manos aquel objeto que ahora le pertenece, pero que desconoce.
Todas las posibilidades siguen siendo posibles. Busca el pliegue del papel de regalo y meticulosamente separa las capas. Al suelo caen los rastros de aquella anticipación, develando paulatinamente el asombro propio del descubrimiento. El objeto se revela como el vehículo de un ofrecimiento intangible, una vivencia emotiva que oscila entre la curiosidad y el agradecimiento, que se despliega en la complicidad del recibir.
Podemos plantear nuestras acciones en la práctica artística del mismo modo que en nuestra cotidianidad construimos la entrega del detalle si pensamos en el arte como un ejercicio transformador, situado en el mismo lugar que la confianza agitadora (que espera con confianza y confía en la espera). Esta confianza debe ocupar los museos, las escuelas de arte, los espacios expositivos y demás comunidades involucradas. Esta confianza entreteje la exploración del lenguaje de la poética y el intelecto —que conocemos como lenguaje artístico— que sucede en compañía de las personas que nos han rodeado durante nuestra constante formación y transformación. Y por esto, es importante tomar el tiempo para pensar en mí, en mis compañeros que son redes de apoyo de la construcción del quehacer artístico, en los que aún no conozco, pero serán parte de un rizoma de encuentros largos o efímeros en los que acontece del recibimiento.
La experiencia afectiva que implica dar/recibir un detalle nace desde una sensibilidad y una empatía hacia la experiencia del otro. Situarnos e indagar sobre los anhelos que no nos pertenecen, que no necesariamente vivimos. Actuar de manera empática en nuestras maneras de hacer y de pensar. Es un proceso de desapego continuo en el que nos permitimos repensar nuestras opiniones, repensar nuestros procesos y aprender desde los desacuerdos.
El detalle se convierte en un catalizador de afectos, de una experiencia que se desborda de los contornos del regalo. Se establece como una forma de actuar en relación a otros, un compartir colectivo que expande las posibilidades de interacción. Este modo de imaginar un encuentro nos empieza a arrojar lazos a la manera en que esbozamos nuestras prácticas artísticas. Si en la entrega el objeto es sencillamente el recipiente que moviliza estímulos y sentires, ¿hacia dónde apuntamos cuando concebimos el objeto artístico?, ¿qué experiencias queremos que habiten y permanezcan en la memoria?, ¿qué detalles nos ayudan a recorrer nuestras inquietudes? José Fernández Arenas argumenta en Arte efímero y espacio estético:“El arte no es sólo una realidad objetiva, un artefacto configurado en una materia con formas y colores conservables, sino que fundamentalmente es un proceso configurante de una realidad que se consuma cuando se consume y se recrea, consumiéndola de nuevo, porque se transforma con el tiempo, ya que incluso le hace cambiar su significado. La obra de arte, el artefacto, no es el resultado final, sino el medio por el cual se produce el resultado final, es decir: la interacción entre la obra y su receptor.”
El valor de una práctica artística se rebasa de su materialidad. El objeto/acción se vuelve un dispositivo que activa una experiencia comunicativa, se inserta en un proceso cuyo fin es ser consumido. Son precisamente estas experiencias las que se quedan en la memoria, las que dejan huellas que activan una y otra vez indagaciones, que nos invitan a compartir saberes y a compartir sentimientos. Los significados albergados en los objetos precisa de personas, de comunidades, de colectividades anuentes a potenciarlos. Anuentes a apropiarse de la narrativa, multiplicarla y fragmentarla. A volver a cerrar los ojos e imaginar, a explorar las posibilidades y reencontrarse con la incertidumbre.
Entonces pensé en todos los lugares posibles a donde ir, de inmediato hice una rápida selección de aquellos que me generan seguridad, calma y goce, esos donde con naturalidad y confianza puedo permitirme hablar, preguntar y escuchar, sin sentir la presión constante del ¨no pertenecer¨.
Anoté los lugares idóneos donde podría encontrar los detalles y emprendí mi viaje con una ardua búsqueda.
El detalle es aquello que puede tomar forma de palabra, una palabra que es accesible y que junto a otras construye narrativas contundentes dejando huellas de experiencias significativas y no cicatrices de actos que hieren. El detalle también puede ser una acción, que se detona por la necesidad de lo emotivo y la sensibilidad, por la falta del estímulo desde el afecto y la empatía, estas acciones conectan a las personas entre ellas y con los espacios, los objetos o las prácticas en interacción. El detalle puede ser una actitud, un gesto como la sonrisa, un valor como el respeto, que puede estar implícito en todo proceso creativo y de creación. Los detalles, son esos rasgos esperados que no son esenciales en los proyectos pero que al ser integrados cambian el panorama de las cosas.
Se entrega un detalle, se recibe con emotividad, nace la curiosidad y se acompaña de muchas dudas, de preguntas que caen como aguacero mientras lo exploramos y descubrimos su contenido, cuando nos adentramos en la dimensión estética del —sentir— aquella categoría olvidada y negada en muchas circunstancias, se configura la necesidad de exteriorizar la experiencia, de compartirla y de vivirla con otros.
Reconocer que el obsequio, al ser entregado, va a generar una serie de repercusiones y consecuencias, nos hace entender la importancia de la socialización de los procesos creativos para que el aprendizaje que emana del recibimiento del detalle se expanda y pueda ser compartido y discutido. Contar el proceso, vincularlo a anécdotas, mostrar esa metodología aplicada y los resultados permite abrir ese camino hacia la comprensión de una serie de acciones que definen un acontecer basado en la aplicabilidad de detalles.
La espera de un acontecimiento, de un hecho, de un objeto, nos conduce a la modalidad participativa de la discusión y crítica, vislumbrando nuevos modos de hacer desde las prácticas artísticas y educativas. Sin las aportaciones sociales, los diálogos colectivos y los intercambios de experiencias las instituciones como los museos, las universidades o academias de arte, hasta espacios independientes y galerías sólo existirían de manera física con el riesgo de desaparecer. Sin estas interacciones estos serían espacios que yacen en el vacío y en la ausencia, es por eso que es fundamental darle valor a ese compartir de saberes que dejan las experiencias y los cuestionamientos, a veces olvidamos lo importantes que son las personas en la consolidación de procesos participativos y educativos así como del valor del agradecimiento.
El componente discursivo de las prácticas artísticas se suele activar gracias a la palabra que se interioriza, también a la palabra que se dice, esa palabra que entabla contenidos que operan desde los imaginarios de cada persona participante en los diferentes procesos y cuya percepción se hace evidente con la socialización de las prácticas. En este escrito hemos caracterizado este proceso en varias etapas: la de preparación (previo a la activación), la del recibimiento (durante la activación) y la de discusión y crítica (posterior a la activación). Esta dimensión de la palabra que se dice, de las ideas que se comparten se van acuñando en una dirección fuerte en el momento que vivimos. Irit Rogoff lo afirma y dice: “En particular, no quisiera renunciar a la noción de “conversación”, que en mi opinión ha sido el cambio más significativo dentro del mundo del arte en la última década” cuando desde los noventa se potenciaron las ideas y posicionamientos del giro educativo en las artes dando lugar a la colectividad y al despojo de la individualidad en las figuras del/la artista, curador/ra y demás agentes del campo artístico-educativo, abriendo espacio a un cambio donde los protagonistas somos las personas, volviendo a la perspectiva de Paulo Freire quien indica que la educación no cambia nada, sino que prepara a las personas que harán los cambios. Las tres etapas anteriormente mencionadas (previo, durante y posterior a la activación) son tres momentos que nos brindan información específica y diversa, son un conjunto de aprendizajes que se prolongan en el tiempo, que quedan en la memoria y por lo tanto son extensiones de las prácticas artísticas a entornos cotidianos.
Cuando nos regalan un obsequio, o nos dan un detalle, esa acción se convierte en un vehículo receptivo de datos que nos mueve y nos hace sentir cosas. Esto desde las artes y sus diferentes modalidades, instituciones o comunidades debe integrarse desde una noción educativa que resulta un punto de partida para la comprensión de los vacíos, necesidades y la toma de acciones. Rogoff señala en el artículo Turning de la plataforma digital e-flux: “En el mejor de los casos, la educación forma colectividades, muchas colectividades fugaces que fluyen, convergen y se desmoronan. Estas son pequeñas comunidades ontológicas impulsadas por el deseo y la curiosidad, unidas por el tipo de empoderamiento que surge del desafío intelectual […] Entonces, en este momento en el que estamos tan preocupados por cómo participar y cómo participar en el espacio limitado que permanece abierto, la educación señala las ricas posibilidades de unirnos y participar en una arena aún no señalada.”
Estas son maneras en que las personas construyen diálogos transparentes, que no se condicionan a un momento y lugar específico, sino que trascienden esas barreras así como ahora hablamos de discursos de siglos pasados. La acción de socializar procesos también nos vincula al concepto —aprendizaje— al analizar o reflexionar el origen de las preguntas que nos atraviesan, permitiendo entramar la red que tanto buscamos.
Nuestras inquietudes sobre la entrega del detalle se manifiestan en una época global saturada de crisis, en la que se hacen evidentes las carencias en el modo de pensar-hacer-decir en función del complejo rizoma sociocultural y socioeconómico que implica la práctica artística, así como la urgente necesidad de vincularnos desde los afectos, la comprensión, la empatía, junto a la disposición y organización de espacios seguros. Todo esto desde las instituciones hasta los espacios informales, desde las relaciones jerárquicas hasta los vínculos personales.
¿Qué tanto integramos estos detalles a nuestros proyectos? Esta es una invitación al ejercicio de la autorreflexión y la autocrítica que comprende la constancia del aprendizaje, es una pregunta que nos hace mirar hacia dentro para crear pensando en comunidad, en la extensión de las ideas hacia otros entornos, otras personas y otros momentos, entendiendo que esta pregunta puede ser redireccionada y transformada con el devenir del tiempo.
Fuentes referenciales
– Arenas, José Fernández.“Arte Efímero y Espacio Estético”.(Editorial Anthropos: Barcelona,1988):17.
– Rogoff, Irit. ¨Turning¨. Plataforma digital e-flux, Journal #00 (2008): https://www.e-flux.com/journal/00/68470/turning/ (Consultado el 1 de Junio del 2020).
– Zambrano, María. ¨Los bienaventurados¨. Siruela, Madrid, 2004.