Fecha
24 de abril de 2025
Desde la niñez Lorena Villalobos siempre tuvo el arte presente en su vida. Siempre se encontraba pintando “cositas”, como ella dice. Todo lo pintaba. Le hacía dibujos a su mamá en la escuela. Su madre hacía un queque y Villalobos llegaba a ver cómo lo pintaba. Siempre tuvo esa pasión latente desde su infancia.
“Yo digo que yo nací y dejé a Mami pintada por dentro”, dijo Villalobos riéndose.
En la mente de Villalobos nunca pasó la remota idea de que iba a terminar trabajando como artista plástica en la adultez y más porque en su época de juventud, el arte era nada más visto como un pasatiempo. Nunca se entendía como una carrera, pero ella siempre perseguía fuertemente esa vocación artística. Nunca se le quitaron esas ganas de buscar esa fuente de expresión.
Su abuela materna, quien era de Brujas, Bélgica, fue una mujer que jugó un papel sumamente trascendental e influyente en la vida de Villalobos. Era la persona que siempre la apoyaba en perseguir esa pasión artística. La que le ponía atención para ver si ese entusiasmo artístico tan latente se convertía en su profesión.
“[Mi abuela] fue un personaje muy importante en mi vida. Le hacía mucha gracia verme pintando siempre. Yo siempre le hacía cositas a ella y se las llevaba y eso”, recordó Villalobos. “Pero nunca me dijo. Hasta que me casé porque yo seguía con la majadería de pintar, de hacer y expresarme de esa forma”.
Su abuela le reveló que el arte tenía una razón de ser muy fuerte en su vida.
“Me dijo: mirá, nunca he querido decirte, pero me hace muchísima gracia. No quería influirte. Decirte que tenés dos tías abuelas pintoras de Bélgica, mujeres”, dijo Villalobos.
Para Villalobos esa fue la mejor noticia del mundo. Especialmente porque eran pintoras mujeres y quería decir que ella podría buscar ese futuro artístico a pesar de los retos y dificultades que se le presentaran.
Cuando Villalobos tenía apenas 18 años, se casó y tuvo hijos. El tiempo no le sobraba para estudiar en la universidad y vivía en una finca, pero empezó sola a estudiar arte y a formarse de manera autodidacta. Empezó a llevar unos pequeños cursos en la universidad y ya cuando sus hijos iban creciendo poco a poco, se dedicó más a esos cursos. También trabajaba como profesora de arte para niños y niñas.
Era una época que Villalobos recuerda con cariño porque aprendió más de sus estudiantes, que ellos de ella. Simultáneamente, se fue metiendo más en el mundo de las exhibiciones, lo cual la ha llevado a participar en más de cien exposiciones alrededor del mundo desde la década de los ochentas.
En esa continúa búsqueda del arte, Villalobos encontró una exploración del movimiento en sus obras armoniosas. El arte es su manera de expresarse y el espacio donde se siente cómoda, ya sea pintando, haciendo esculturas, grabados, colografías, vidrio y muchas otras técnicas y medios.
Para Villalobos el arte es esa sumersión en las profundidades de su ser que se transforma en colores armoniosos que hablan sobre el cambio climático y los problemas que enfrenta la naturaleza. Es la sumersión que se pone en contacto con las emociones que vive a través de las diferentes épocas de su vida.
El sumergirse en esas profundidades tan personales relacionadas a su amor por la naturaleza y el agua, la llevaron a crear su serie de “Océanos en peceras” que está participando en nuestra exposición “Sumersión: Diálogos artísticos sobre lo acuático y lo humano”.
En estas tres peceras, Villalobos busca sensibilizar a su público con obras que muestran un foco de los problemas de la contaminación que enfrenta el planeta. Ella lleva a su audiencia a reflexionar por medio de la suavidad, la belleza y el movimiento. Quiere generar esa sensación de tener fe en la humanidad a pesar de estos problemas graves.
El movimiento en sus obras aparece de manera inconsciente por la conexión que Villalobos tiene con la música y el baile. Sin música no puede hacer arte. En este momento escucha mucha música clásica abstracta cuando crea, pero también hay una fuerte influencia del baile. Ella bailó profesionalmente por mucho tiempo y eso lo transmitió de manera inconsciente en su arte a través de su evolución como persona.
“La vida evoluciona. La vida es cambio constante y así es mi arte también. Uno se va quitando tanta cosa conforme [pasa] la edad. La madurez que va adquiriendo uno”, dijo Villalobos. “Es muy interesante. Yo creo que el arte es parte de lo que es uno realmente y las cosas que uno va contando. Que le van sucediendo. Ahí está reflejado”.
Las cosas que le van pasando también conectan con su pasado y su presente en el arte. En su obra “Abanico de contaminantes”, de la serie de las peceras, aparece un personaje muy importante: la Nigüenta.
Esta figura tradicional costarricense le recuerda su juventud. Villalobos se acuerda de una mujer campesina que trabajaba en una finca. La campesina tenía una Nigüenta en la sala de su casa y Villalobos nada más observaba la figura. Recuerda que la señora pasaba tocando a la Nigüenta siempre.
“Mami me contó el cuento de la Nigüenta y entonces, haciendo partes de los recuerdos míos, hice una Nigüenta. Llegaron unos muchachos al taller mío. No sabían quién era”, dijo Villalobos. “No sabían quién era la Nigüenta y yo: pero ¿cómo no van a saber quién es la Nigüenta?”.
Ese desconocimiento de la Nigüenta le provocó cierta insatisfacción a Villalobos. La Nigüenta es una muñeca tradicional del folclor costarricense asociada a la buena suerte y la prosperidad. No hay una definición exacta del origen de esta muñeca en la cultura costarricense, pero Villalobos recuerda que tiene cierta relación con los tiempos de la colonia. La muñeca tiene niguas – o un tipo de pulgas – en sus pies. Es hecha de yeso y con una estética naíf, según Villalobos.
“Es como un buda en media sala, donde todo el mundo la tenía y meten la lotería abajo. Que el número 13, la herradura de caballo y se pasan acariciándola. Es algo muy tico. Muy lindo”, dijo Villalobos.
La Nigüenta aparece flotando en su pecera, pero esto tiene un significado más profundo más allá de ser un símbolo nacional en el arte de Villalobos. Cuando ella estaba creando la obra, pensó en dejarla ahí flotando porque “a la pobre Nigüenta la tiraron a la basura”. La tiraron al mar y nadie sabe quién es.
Es el rescate de una figura nacional que está en el olvido en la basura. Es el rescate de una tradición que poco a poco se va extinguiendo porque Villalobos nota en sus interacciones con el público que muchas personas no saben quién es la “muñequita”. La Nigüenta está flotando pacíficamente en el mar para retratar la contaminación y el olvido de las tradiciones en la pecera armoniosa de Villalobos.
Está en el agua y la naturaleza que Villalobos tanto admira y retrata en sus obras. Para ella, la naturaleza es donde vivimos. Es el planeta que nos da vida, comida, techo y casa. Solo hay uno en toda esta existencia. El agua, por otro lado, significa muchas cosas más para Villalobos.
“El agua es pureza. El agua es furia. Representa muchísimas cosas y, sobre todo, vida. Un planeta sin agua está muerto y estamos muertos todos”, dijo Villalobos. “Es un tema de naturaleza, de desarrollo y de lo político también porque es importantísimo. A nivel político si no le dan atención, si no le dan educación a la gente, estamos muy mal”.
En sus obras, Villalobos honra a la naturaleza y el agua por ese amor, admiración y agradecimiento que les tiene. El agua le evoca emociones y el mar le da vida y alegría. Lo disfruta mucho y también lo relaciona fuertemente con ser mujer porque cuando una mujer está embarazada, el feto se desarrolla sobre agua.
Ahí es donde conecta estos distintos elementos del arte, la naturaleza, el agua y el ser mujer.
“[El arte] para mí es una forma de comunicarme conmigo misma. De expresarme. De libertad como mujer”, dijo Villalobos. “Eso me ha ayudado muchísimo en este mundo tan difícil para nosotras en cierto sentido. El arte es el que me ha ayudado como a volar”.
Esa libertad para alzar vuelo no ha sido fácil para Villalobos porque ser mujer es difícil. Ser mujer es caminar tres kilómetros más para todo porque son años de lucha en todos los sentidos. La lucha por una igualdad que no llega.
“No llega. Parece que va a llegar y otra vez camina para atrás con este tipo de líderes [terribles]. Diay, y quién sabe cuántos años más pasarán. Seguiremos en esta lucha”, dijo Villalobos.
Esa lucha constante no la detiene de seguir explorando el movimiento en su arte armonioso que busca retratar la fe en la humanidad a pesar de los problemas que estamos enfrentando. Es un arte que se sumerge en las profundidades del ser de Villalobos para crear una conexión humana llena de esperanza con el público que lo observa.
“[Espero que mi arte] les siembre una semillita. Que todos, todos, todos, con una estrella que tiremos, hace la diferencia”, dijo Villalobos. “Que salvemos la vida. Hace la diferencia en el mar porque somos muchos en el planeta y el mar es de todos. El mar no es de un país nada más. Es de todos”.
Lorena Villalobos es una de las cinco artistas costarricenses participando en nuestra exhibición “Sumersión: Diálogos artísticos sobre lo acuático y lo humano”, que explora las múltiples dimensiones del agua como recurso y territorio en disputa desde una mirada feminista.