Maga González nada en su mar de emociones con su arte

Elizabeth Lang

Fecha

16 de abril de 2025

María Gabriela González, mejor conocida como Maga, siempre ha estado rodeada de arte gracias a su papá, quien es artista. En la vida de González, el arte siempre ha sido una constante, al igual que el agua. La rama artística se la inculcaron desde pequeña, pero fue hasta que decidió qué carrera estudiar en la universidad que se dio cuenta que el arte era lo que le convenía y le gustaba.

La artista costarricense recordó que en la adolescencia sus padres la habían inscrito en clases de pintura con un artista taiwanés reconocido, pero nunca siguió las reglas. No le gustaba para nada y lo dejó botado. En esa etapa de su vida también nadaba profesionalmente y competía a nivel nacional en Costa Rica. El agua siempre ha estado presente de una u otra manera en su vida, ya sea sumergiéndose en ella o haciendo arte sobre ella.

“Desde chiquita yo siempre tenía un amor, una pasión o algo así. Algo no necesariamente consciente, pero me encantaba el agua. Mis papás decían que no podía ver agua sin que estuviera ya adentro y les daba un pavor”, dijo González. “Porque una chiquita de uno o dos años se ahogaba. Entonces, aprendí a nadar por supervivencia”.

El agua siempre ha sido ese espacio donde González hace mucha introspección. Es un espacio callado que eventualmente llegó a su producción artística de manera natural e inconsciente. El agua se mezcló con el arte para conocerse a sí misma. Para hablarse y entender qué es lo que le importa y le interesa a la hora de comunicar su mensaje a la audiencia. Es un canal donde puede botar sus emociones.

Cuando llegó a la Universidad de Costa Rica, decidió optar por las carreras de diseño gráfico y diseño de estampa. Encontró su amor por el grabado al descubrir la facilidad con la que podía expresar sus emociones. Su grabado y su arte son ese espacio donde puede hacer todo lo que quiera con las emociones porque es demasiado abierto y profundo. Es su espacio seguro para soltar todo lo que siente y retratarlo de distintas maneras visuales.

El arte también es un lugar donde puede plasmar distintas ideas, conceptos, juegos y colores. Es un espacio donde ella crea para que la sociedad se sumerja en mundos que normalmente no visitarían y crea diferentes realidades para la audiencia.

Por eso, ella se considera a sí misma como una artista muy compleja, lo cual lo asocia directamente con estar muy joven.

“Creo que también es parte de uno estando también muy joven. Algo que no me ha gustado es mantener un estilo porque lo amarra a que uno solo pueda producir de una cierta forma el resto de su carrera”, dijo González. “Creo que es esa parte de no querer una cosa, sino que querer ser múltiples cosas. Lo único constante para mí es solo hablar del mar o de lo marino”.

Hablar del mar es parte del mensaje de concientización que quiere comunicar por medio de su arte. Para González la parte marina es sinónimo de un espacio que nos da identidad. Que es parte importante para el desarrollo actual y que nos sigue dando vida. Su arte no existe sin esa consciencia marina, que es reflejo del nadar en su mar de emociones.

El proceso complejo

El proceso para crear esa sumersión en sus emociones retratadas en su arte es complejo. Depende mucho de la técnica que esté trabajando, pero su estructura artística siempre tiene un paso digital.

Ese paso digital puede estar en el boceto, la planeación, el estudio del tema, el desarrollo, los chorreos, la limpieza de la obra o la obra en sí. Ya una vez que tiene el aspecto digital, define las técnicas que va a trabajar: pintar, hacer una serigrafía, utilizar placas de metal o placas de cartón.

Una vez resuelta esa parte del proceso, trabaja en cada placa o espacio de manera individual y deja de último las paletas de color. Le gusta ir construyendo las paletas en el momento y ver cómo se combinan cuando utiliza papel o tela.

Cuando trabaja el grabado, produce muchos resultados y se da cuenta que la obra final no sale en la primera tanda. Tiene que trabajarlo mucho porque tiene que limpiar las placas, sacarlas y el clima de Costa Rica no le ayuda en el proceso porque es muy húmedo y caliente. Todo se seca muy rápido, pero hay algo que González disfruta mucho.

“Creo que es no saber cuál va a ser el producto final, lo que más me gusta del proceso. Porque lo deja muy abierto a lo que pase y uno no se desespere tanto a tener un resultado fijo muy específico”, dijo González.

De la mano de ese proceso, va el aspecto emocional. Es la sumersión en la que González se mete para nadar en su mar de emociones. Existen distintos viajes a la hora de crear. Uno es dejar perder muchas veces el grabado. Otro es que el proyecto nace dentro de su introspección.

También hay procesos como el de su obra “Recuerdos del día en que casi me ahogo en el mar”, que participa en nuestra exposición “Sumersión: Diálogos artísticos sobre lo acuático y lo humano”. Esa obra nació de un suceso muy extraño que González nunca pensó que le podía pasar. Sucedió hace mucho tiempo, pero una ola la revolcó y casi se ahoga en el mar.

“Uno está acostumbrado a que ya uno sabe nadar y puede hacer cualquier [cosa]. Como que también fue ese proceso de incertidumbre de que uno tiene la certeza que uno sabe hacer todo”, dijo González.

Esa experiencia la hizo querer plantear esta obra donde continuaba la temática marina, pero al mismo tiempo buscaba una conexión entre el individuo y el espacio.

“Empecé reflexionando a partir de las emociones y de cómo a veces le perdemos un poco el miedo a la muerte, pero a la vez la llevamos siempre de la mano casi que toda la vida”, dijo González.

Esas reflexiones tan profundas a las que llega González con su arte varían mucho dependiendo del proyecto que esté trabajando y del momento en que aparezcan su introspección emocional. Las emociones nacen en el proceso, se aparecen al principio o se manifiestan hasta el final, pero siempre son una forma de catarsis.

Fluir como el agua

Las emociones que González explora dependen mucho de la obra, pero siempre hay un patrón. Habla del amor, el desamor, la soledad, la individualidad, la tristeza y el delirio. Usar su arte para retratar lo que está sintiendo le funciona de manera terapéutica porque significa que pone todo afuera. Para ella es como ponerlo en una pared, dejar ir lo que siente y permitir que ese arte tome una casa física en otro espacio.

Es algo que trae adentro que simplemente fluye como el agua.

“Yo me siento agua. Yo me siento como esa parte porque no es solo que da vida, sino que es fuerte. Desgasta, pero también es tranquilo. También como que es tanto la conexión directa”, dijo González tranquilamente. “Es una forma muy fácil de representarlo sin gráficamente decir como: es que estoy enojado y uno pone el rojo y hace la carita enojada”.

El agua fluye como acompañamiento constante en la vida de González. Ella misma se ve a través del agua y se representa por medio de ella y la naturaleza. Es ese elemento que le permite retratarse sin necesariamente tener que crear figuras humanas.

“Es esa constancia. Yo lo uso de una forma gráfica para representarme a mí misma dentro de mi desastre de emociones”, dijo González riéndose.

Esa forma gráfica para representarse a sí misma por medio del agua y la naturaleza está presente en su obra “Espacios olvidados: Simbiosis entre el océano y el ser humano”. En esta serie de serigrafías en instalación con conchas, González quería representar visualmente el paso común de la naturaleza donde se encuentran objetos como pajillas, paletas de helados,  blísteres de medicamentos y demás.

Para ella son objetos que se encuentra en el camino en espacios olvidados, pero que también tienen algún sentido de conexión personal. Trata de ponerse a sí misma en ese espacio que retrató que representan diferentes etapas de su vida: la infancia, la adolescencia y la adultez.

“Hay uno que es el paquete de las pastillas. Ese fue como mi punto entre adolescencia y adultez. Hubo una etapa dentro de los primeros años de la u en que estaba muy depresiva”, dijo González. “Me estaban medicando, pero eventualmente yo dejé de hacerlo porque me temblaban mucho las manos. No podía trabajar. Fue ese punto de: o escojo una cosa o escojo la otra”.

El blíster de las pastillas era ese punto de romper con ese espacio, al igual que las paletas de los helados. Las paletas representan la infancia de González porque le recuerdan los tiempos de su niñez en la playa comiendo helados.

La mujer, la naturaleza, el agua y el arte

Además de los objetos encontrados, González decidió incorporar las conchas porque no quería que fuera una obra que solamente estuviera colgada en la pared. Es parte de la interacción que quiere crear entre sus obras y el público. Una interacción que genere comentarios. A González le gusta que también la critiquen porque quiere decir que su arte provocó cierta incomodidad en la audiencia.

Quiere que su público sienta algo cuando ve su arte. Que dejen ir sus emociones y que su arte absorba lo que el público siente para que se puedan ir más libres. Es parte de la sumersión en la que González está inmersa en su mar de emociones.

Un mar que también se conecta artísticamente con la reflexión de lo que significa ser mujer para González. Es una experiencia que es muy compleja para ella porque por siglos las mujeres han sido estereotipadas. También es un papel en el cual ella ve que la mujer es la persona más fuerte y capaz.

“A final de cuentas, son las que dan vida. Son las que construyen las cosas la mayoría del tiempo. Son las que guían. Las que crían”, dijo González. “Tiene ese nivel altísimo de poder. Mucho más de lo que siempre nos han implantado que no. Eso también lo implantan mucho desde el miedo, pero creo que a mi sentido, el ser mujer es esta complejidad muy grande. Sí considero que es un papel principal”.

El ser mujer es esa complejidad que se conecta fuertemente con la naturaleza, el agua y el arte de González. Es parte de su mar de emociones retratado de manera vívida en su arte.

“Desde mi papel de mujer artista, le doy vida a cada una de mis obras. La naturaleza nos da vida directa. Se vuelve un ciclo. Es un factor fundamental para la continuidad de hacer”, dijo González. “Son una dependiente de la otra. Así como yo hablo de la naturaleza o del agua, ellas me retribuyen y me dan de comer. Me dan agua para vivir. Me dan la tranquilidad y el espacio para interactuar entre ellas o disfrutarlas».

Maga González  es una de las cinco artistas costarricenses participando en nuestra exhibición “Sumersión: Diálogos artísticos sobre lo acuático y lo humano”, que explora las múltiples dimensiones del agua como recurso y territorio en disputa desde una mirada feminista.