Fecha
30 de octubre de 2025
Cuando AnCe Jesús Zamora Maneiro estaba en la Universidad Nacional Experimental de las Artes en Caracas, Venezuela, estaba creando arte y poesía de manera instintiva. En ese momento no sabía realmente que lo que escribía y recitaba era poesía. Estudiaba teatro y arte, pero no se consideraba artista.
Se ponía a escribir en frente de un espejo y participó leyendo un par de sus escritos en un trueque en Caracas. Ahí le dijeron que lo que hacía era poesía. Luego, invitaron a Zamora Maneiro a ser parte del Prostíbulo Poético de Caracas y abandonó la universidad, pero esa no fue la primera vez que se rosaba con el arte y la cultura.
“Mi pasar por un lugar académico fue un bache pequeño en mi vida porque yo crecí en un teatro acá en Costa Rica. En el Teatro Calle 15. Mi familia lo manejaba. Yo hacía las luces”, dijo Zamora Maneiro. “Entonces, toda mi infancia y mi adolescencia fue pasada en un teatro. Lugar cultural. Lugar de conciertos”.
El arte y la poesía es un instinto natural de su ser y por eso es que ahora Zamora Maneiro es artista de performance, escenique y de poesía escrite. Se define como artista multidisciplinarie, migrante y persona trans de Venezuela. Se dice de sí misme como una personas resentida y enojada profundamente, pero también latinoamericane hasta la médula.
Cree que Chayanne es el buen padre de Latinoamérica y le gusta utilizar el sentido del humor, el absurdo y la metáfora como medida para sobrevivir en su poesía. Su neurodivergencia influye mucho en su poesía, al igual que ser de Venezuela. Dice que lo que le hace más interesante como persona son sus contradicciones.

Su vida entre Costa Rica y Venezuela también tiene una gran influencia en su arte. Nació en México en 1993 y al siguiente año a sus padres los llamaron para hacer su trabajo diplomático en Costa Rica para las guerrillas de El Salvador y Nicaragua. Zamora Maneiro pasó gran parte de su infancia y adolescencia en Costa Rica y luego, a los 17 años se fue de vuelta para Venezuela porque su mamá le dijo que habían abierto una universidad de las artes.
Se quedó unos ocho o nueve años en su tierra natal y a los 25 regresó a Costa Rica.
“[Llegué a Costa Rica] enamorada de un sancarleño. Y el mae me convenció hacer la prueba en la UNA para estudiar justamente teatro y danza, pero solo podía hacer el viaje para hacer una de las dos pruebas y escogí teatro”, dijo Zamora Maneiro. “Me fue muy bien y el sancarleño se volvió un pastor antes de que yo volviera. Entonces, me dijo que yo era el demonio básicamente y que no podíamos seguir juntes”.
A pesar de ello, Zamora Maneiro decidió venirse a Costa Rica a tener otras experiencias y aprovechar que tenía la entrada a la universidad. Recordó que estaba muy bien en Venezuela, pero también dijo que su infancia había sido muy dolorosa y no sabía por qué.

“En Caracas yo estaba siendo violente con personas que yo amaba y no entendía por qué. Yo lo único que sabía que intuía es que tenía que venir a Costa Rica. Yo igual viajaba para acá a cada cierto tiempo por los negocios familiares, pero yo sabía que tenía que venir un tiempo para descubrir qué había pasado,” dijo Zamora Maneiro.
Vino, lo descubrió y eso le ha ayudado mucho a sanar y no ser una persona violenta o bajarle dos rayitas a la violencia, como dijo. La poesía le ayudó a ir sanando poco a poco porque realmente estaba en negación de lo que había pasado. Por eso descubrió que la poesía y el arte son una necesidad.
Es algo que sale de su ser porque hay algo enfermo en su interior o hay algo muy bueno que tiene que “parir”. La poesía es su cura y una medicina para el dolor. Es eso que le hace sentirse mejor en momentos difíciles. Es una cura porque se considera como una persona que está tratando desesperadamente de sanar y no morir.

“Es una forma para no elegir la muerte. Porque cuando yo digo cosas y hago cosas y de repente alguien se acerca y me dice que resonó con algo que yo dije o que yo hice, eso significa que no estoy a solas”, dijo Zamora Maneiro. “Que hay esperanza para mí. Porque yo veo vida en esa otra persona. Veo belleza en esa otra persona”.
Ve la belleza que no se permite ver o darse a sí misme. Cuando lo ve en las demás personas que resuenan en su arte, eso le ayuda a verse de otra manera porque antes no pensaba sobre sí misme como un ser humano. Se veía como una herramienta y ahora con la poesía puede verse como un ser humano.
En ese descubrimiento de su ser, también se mete de manera inmersiva en el proceso de su poesía. Cuando sale a caminar o no puede dormir, le fluyen las ideas, los temas y las frases. A partir de ahí, empieza a construir su rompecabezas. Cuando le van saliendo las ideas, va agrupándolas todas para que tengan sentido y se concentra en sus temas centrales. También se da cuenta que los tiempos de su poesía no son lineales y deja que todo fluya en el momento correcto.

A la hora de escribir, trata de utilizar las palabras y figuras literarias más accesibles porque llama a su arte de la palabra como poesía marginal. Le gusta crear versos sumamente accesibles dentro de su vivencia y que hablen de problemáticas reales que le afectan.
“Las figuras literarias más sencillas o utilizadas de la forma que yo en mis peores momentos las pueda relacionar conmigo de una forma directa”, dijo Zamora Maneiro.
Al confiar en sus experiencias, se ha dado cuenta que eso le permite contar sus perspectivas. Cuando habla de la soledad que siente en un nuevo país sabe que no solamente le está hablando a las personas migrantes, sino que también conversa con cualquier persona que no está conectando. Les llega a personas que se sienten solas y sabe que cuando habla de un lugar de una verdad real, logra conectar con muchas otras realidades.

Aparte de eso, cuando Zamora Maneiro recita sus poemas en vivo, sabe cómo enganchar al público. Esa habilidad de conexión y tomar un espacio también viene de su experiencia de haber sido habitante de la calle por un corto periodo de su vida. Cuando vivió en la calle, experimentó la sensación de “no existir” y donde nadie le veía. Era invisible.
“Entonces, cuando yo me monto al escenario y ahí hay un asunto del performance, no es solamente de lo que voy a decir, sino cómo lo voy a decir”, dijo Zamora Maneiro. “Cuando yo me monto al escenario y yo agarro todo ese recordar y de ser invisible. Es como decirle al público: ahora me tienen que escuchar a mí. Ahora me van a ver a mí. Ahora van a sentir lo que yo siento”.

Ese sentir que le transmite a la audiencia viene de su manera de hacer el performance, el cual tiene un proceso donde entiende que la poesía tiene una musicalidad. Después de decir algo, agarra un silencio y lo vuelve incómodo. Luego, sigue y habla claramente.
O le habla suavemente al público sobre los temas durísimos que explora en su poesía. Utiliza sus escritos como si estuviese leyendo una partitura. Reconoce el espacio en el que va a recitar y desde el principio hace contacto visual. Se humaniza a sí misme y a las personas que estén presentes.
Ya una vez que genera en el escenario este espacio donde la atención está fija, sabe perfectamente cómo crear una experiencia emocional con temas complejos y delicados. Le gusta que el público sepa sobre cosas que no salen en las noticias y que ocurren a puertas cerradas. Lo que ocurre en familias a puertas cerradas y nadie nunca lo habla.
“Ni siquiera cuando muere la persona abusadora [se habla]. Y esa también es una guerra que estamos perdiendo. De la que hay que hablar. Entonces, así como a mí me tocó ir, a poco a poco de la mano, entender qué fue lo que a mí me pasó”, dijo Zamora Maneiro.

Eso le hizo tener la consciencia de que es una mayoría en cuanto a la experiencia del abuso sexual. Sabe que si no lo habla con su poesía, seguirá siendo parte de la mayoría que está callada y sufriendo en silencio.
“Entonces, la mayor parte de mi poesía – incluso mi poesía feliz, erótica, hermosa, de amor – está impregnada de esas experiencias que me cambiaron y determinaron mi sexualidad. Una cosa que es inherente a la experiencia animal humana, me la cambiaron de una forma desagradable para mí. Sin mi consentimiento”, dijo Zamora Maneiro. “Y soy mayoría y nadie lo habla. Entonces, yo lo voy a hablar y no voy a parar de hablarlo y cuando estoy con el público, es llevarles de la mano amorosamente a ver eso”.
Por eso, su poesía curativa requiere de un proceso emocional que a veces puede ser muy tedioso y drenante para Zamora Maneiro. A veces hace esquemas. A veces siente un bloqueo que no le permite respirar y cuando se siente de esa manera, va sacándolo por pedacitos. A veces no se cacha (entiende), tiene sus ataques de ira complejos y tiene que agarrarse después para tomar responsabilidad de lo que hizo y pedir disculpas.

“Por eso es que digo que el arte y la poesía son un método de sobrevivencia por encima de todo. Porque es algo que necesito hacer o no encuentro otra forma productiva, bonita, buena de manejar esos momentos”, dijo Zamora Maneiro.
Y en eso, surgen distintas emociones en su escritura y el performance de sus versos. Sale el sentido del humor, la rabia, el luto, el asco, la invisibilidad, el grito, la suciedad, la locura y su auto transfobia y homofobia. Al verse enfrentade con esta amplia gama de emociones y sentimientos, tiene la necesidad de purgar todo eso en forma de palabras y rimas.
Se deja llevar en el momento y sabe muy bien que por su formación de teatro, puede conectar profundamente con el público. El 2024 y 2025 han sido años particulares donde ha logrado encontrar esa sanación y cura real que le da la poesía. En el 2024 ganó el concurso del Poetry Slam Costa Rica y eso significó la vida entera para Zamora Maneiro. Para esa ocasión, invitó a otras personas a participar. Invitó a personas que sabía que le podían ganar y con la esperanza de que le ganaran.
“Yo estaba ya harte de la vida. Entonces, yo dije: si gano, voy al mundial. Bien. Si pierdo, voy al Hotel La Oficina, que queda por las paradas de Heredia y cometo suicidio. Y tenía todo listo y gané”, dijo Zamora Maneiro. “Eso me hizo sentirme muy mal porque tenía que vivir. Entonces, me hizo tener que empezar un proceso de terapia interno muy fuerte y otras cosas, pero también me llenó”.

Le llenó porque se dio cuenta que como persona migrante trans venezolana criada en Costa Rica, ganó en el país donde la poeta costarricense Queen Nzinga Maxwell le enseñó a recitar. Donde también la poeta costarricense LauCo le salvó de la muerte mil veces. Ganar le dio nueva vida a su poesía – y a sí misme – cuando estaba en un momento de estanque.
“Me dio la oportunidad de ir al mundial y ver cosas tan increíbles”, dijo Zamora Maneiro.
Este año compitió en el World Poetry Slam Championship (Copa Mundial de Slam de Poesía), que se celebró en Ciudad Juárez, Chihuaha, México. Ahí Zamora Maneiro quedó como semifinalista y la experiencia le dio humildad y valor para seguir. Sabe que tiene mucho por aprender de dónde sacar poesía. Tiene muchas razones y tiempo para seguirla creando.

Puede seguirla creando porque su poesía es curativa. Es un arte humano que engancha a la audiencia por cómo conectan profundamente cuando Zamora Maneiro se mete en sus versos y performances. Es arte que habla de temáticas durísimas por medio de la suavidad de las palabras de su intérprete. Es arte que salva vidas.
“Ahora sé que es una herramienta para prevenir ir por el camino de la muerte”, dijo Zamora Maneiro. “No solamente se ha vuelto un salvavidas, sino que ahora es un método de prevención y de acercamiento a la vida. Al placer. A todo eso”.
Para aprender más de la poesía curativa de Zamora Maneiro, pueden seguirle en Instagram como @jodida.amarilla. Elle participó este año recitando varios poemas en nuestro Centro durante el Open Mic de la exposición Abstractio Cuir y un evento privado para la celebración del Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense.
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